15/2/08

Opinión: La pelota se manchó

"Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Con estas palabras, Diego Maradona, quizás el que mejor entendió la forma de jugar a este deporte, se despedía de la actividad que más lo gratificó y que se encargó de retribuir impregnando de belleza los ojos de cada espectador que se deleitaba en cualquier parte del mundo con cada gambeta, cada taco y cada gol. Pero hoy, mas alejados en el tiempo de aquel tarde del 10 de noviembre de 2001, en la que fue capaz de ponerle la piel de gallina a una Bombonera repleta, vale preguntarse si esa frase del astro, poniendo el pecho a las balas con tal de defender lo cristalino del espectáculo, es realmente así.

Es difícil creer en un balón rodando limpiamente si se llenan páginas y páginas hablando de barras que golpean a otros hinchas (propios y ajenos), revenden entradas, adquieren porcentajes de pases de jugadores y aprietan a quien se le ocurra, dañando al club que siguen, pero que no aman, (de quererlo no harían eso) en beneficio de sus intereses particulares, incrementando sus cuentas bancarias y dándose un baño en el río de la impunidad ante la atenta mirada de quienes los apadrinan, cuando deberían encerrarlos.

Además, se complica si quienes tienen un grado mayor de responsabilidad para el juego en sí (en fin, lo más importante) también embarran la cancha. Ya no sorprende a nadie, lamentablemente, que haya directores técnicos que duren menos de un torneo, pero si cuando algunos se van, disparan que los jugadores fueron para atrás, que no notó compromiso, o que el equipo no obtuvo un campeonato porque en la semana declaró que una derrota lo alejaba del cargo, el problema es mayor.

Continuando con los entrenadores, también sonó fuerte (y varias veces) la acusación que algunos le piden una parte del sueldo, una”comisión” a sus dirigidos para ponerlos en Primera.

Y la falta de códigos que ensucian la redonda no excluye a los jugadores, que, dentro del terreno, se matan a codazos y patadas que pueden llegar a cortarle la carrera a un colega, y, fuera de la cancha, hubo casos que mezclaron conflictos económicos y hasta maritales.

A todo esto hay que agregarle árbitros que ante la duda cobran a favor de los poderosos, dirigentes corruptos que hunden a los clubes, empates que se saben desde antes que empiece el partido y operativos de seguridad ineficientes y hasta generadores de disturbios.

Duele contradecir a Maradona, que debe tener como objetivo la pureza del juego, al igual que muchos, pero merced a algunos individuos, ya hace tiempo que la pelota sí está manchada.Y va a ser muy costoso limpiarla.

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